(el estado de todas las cosas)
Todas las cosas, seres y estados que conocemos están sujetos al cambio. Es más, esto es inevitable. Nada es estático – todo es dinámico. Esta es la primera de las tres realidades de la existencia (siendo las otras, el sufrimiento (dukkha) y la inexistencia del yo (anattaa).
Las cosas van cambiando a ritmo distinto, y puede ser que algunas nos parezcan eternas.
Tomemos por ejemplo una roca – ha estado así durante millones de años, y lo seguirá estando durante otros millones de años más, mucho después de nosotros. Sin embargo, una roca también está dentro de un ciclo de existencia. Sus partículas se van disgregando, acción de las fuerzas mecánicas y reacciones químicas, haciendo que sus partículas se disgreguen y luego dispersen, y finalmente termine de existir de la forma en la que existió antes. Luego sus partículas terminarán constituyendo otras rocas en tiempos remotos, tal y como esta fue formada por partículas de rocas pre-existentes. Este ciclo es finito, aunque muy largo para la roca, y también finito pero extremadamente más largo para sus partículas (átomos).
Ahora tomemos algo más duradero – el universo. Si bien, algunas personas creen que el universo estuvo tal cual lo conocemos desde el inicio de los tiempos, su existencia también es limitada por el tiempo. Entre los científicos está el consenso de que surgió con el Big-Bang (una gran explosión de una “partícula” de volumen infinitesimal y masa infinita). Nuestra comprensión aún no ha llegado a explicar qué había antes, pero sí ha puesto algunas teorías respecto al futuro del universo. El debate aún no ha sido resuelto, pero una teoría es que el universo está desacelerando desde la explosión inicial – lo que significa que en algún momento empezará a encogerse y colapsar sobre sí mismo hasta volverse una partícula muy similar a cómo empezó todo. La segunda teoría es que el universo se está expandiendo e incluso acelerando en su expansión – lo que significaría que aumentará en volumen hasta el infinito. Sea cual sea la verdad, quedaría demostrado que el universo no es estático. Es más, incluso mirándolo como la suma de todas sus partes (ej. Los planetas), podemos ver que ninguno de estos es estático, por lo que el universo tampoco lo es.
Si hasta el universo no es estático, ¿cómo podemos serlo nosotros? Achicando la perspectiva, si miramos a nuestro alrededor veremos que todo cambia. El cambio es continuo e imparable. Los animales y las plantas, y todas las formas de vida cambian y mueren. Todas las cosas materiales evolucionan de una manera u otra. Las cosas que no vemos, como los pensamientos y las emociones tampoco son eternos y estáticos.
Aun así, el humano tiende a querer interferir con la naturaleza cambiante de las cosas. Luego, la imposibilidad de esto nos lleva al sufrimiento. No aceptar el cambio continuo de nuestra mente, cuerpo y entorno, es condenarnos a vivir una ilusión guardada en nuestra mente y encerrada en el pasado.
Entender e internalizar la impermanencia nos libra de la pasión sensual y material, del deseo de convertirnos en algo más, de la ignorancia y del ser.
Uno de los rituales budistas más importantes que hace reflexionar sobre la impermanencia son los mandalas. Mandala significa “círculo” en sánscrito, y representa el micro y macro-cosmos. Su construcción mediante arena, previamente pintada en diversos colores, que se “derrama” grano a grano. Los monjes se turnan en pintar con arena durante días. Tras terminarlo, el mandala es destruido en segundos, y su arena derramada sobre un río o mar, reafirmando la impermanencia.
A continuación se muestra un video de la construcción de un mandala:
Las cosas van cambiando a ritmo distinto, y puede ser que algunas nos parezcan eternas.
Tomemos por ejemplo una roca – ha estado así durante millones de años, y lo seguirá estando durante otros millones de años más, mucho después de nosotros. Sin embargo, una roca también está dentro de un ciclo de existencia. Sus partículas se van disgregando, acción de las fuerzas mecánicas y reacciones químicas, haciendo que sus partículas se disgreguen y luego dispersen, y finalmente termine de existir de la forma en la que existió antes. Luego sus partículas terminarán constituyendo otras rocas en tiempos remotos, tal y como esta fue formada por partículas de rocas pre-existentes. Este ciclo es finito, aunque muy largo para la roca, y también finito pero extremadamente más largo para sus partículas (átomos).
Ahora tomemos algo más duradero – el universo. Si bien, algunas personas creen que el universo estuvo tal cual lo conocemos desde el inicio de los tiempos, su existencia también es limitada por el tiempo. Entre los científicos está el consenso de que surgió con el Big-Bang (una gran explosión de una “partícula” de volumen infinitesimal y masa infinita). Nuestra comprensión aún no ha llegado a explicar qué había antes, pero sí ha puesto algunas teorías respecto al futuro del universo. El debate aún no ha sido resuelto, pero una teoría es que el universo está desacelerando desde la explosión inicial – lo que significa que en algún momento empezará a encogerse y colapsar sobre sí mismo hasta volverse una partícula muy similar a cómo empezó todo. La segunda teoría es que el universo se está expandiendo e incluso acelerando en su expansión – lo que significaría que aumentará en volumen hasta el infinito. Sea cual sea la verdad, quedaría demostrado que el universo no es estático. Es más, incluso mirándolo como la suma de todas sus partes (ej. Los planetas), podemos ver que ninguno de estos es estático, por lo que el universo tampoco lo es.
Si hasta el universo no es estático, ¿cómo podemos serlo nosotros? Achicando la perspectiva, si miramos a nuestro alrededor veremos que todo cambia. El cambio es continuo e imparable. Los animales y las plantas, y todas las formas de vida cambian y mueren. Todas las cosas materiales evolucionan de una manera u otra. Las cosas que no vemos, como los pensamientos y las emociones tampoco son eternos y estáticos.
Aun así, el humano tiende a querer interferir con la naturaleza cambiante de las cosas. Luego, la imposibilidad de esto nos lleva al sufrimiento. No aceptar el cambio continuo de nuestra mente, cuerpo y entorno, es condenarnos a vivir una ilusión guardada en nuestra mente y encerrada en el pasado.
Entender e internalizar la impermanencia nos libra de la pasión sensual y material, del deseo de convertirnos en algo más, de la ignorancia y del ser.
Uno de los rituales budistas más importantes que hace reflexionar sobre la impermanencia son los mandalas. Mandala significa “círculo” en sánscrito, y representa el micro y macro-cosmos. Su construcción mediante arena, previamente pintada en diversos colores, que se “derrama” grano a grano. Los monjes se turnan en pintar con arena durante días. Tras terminarlo, el mandala es destruido en segundos, y su arena derramada sobre un río o mar, reafirmando la impermanencia.
A continuación se muestra un video de la construcción de un mandala: